Por Andrés Mooney
No había entrenado en el gimnasio, pero entendió la mística de entrada. No necesitó hablar de números ni de alta tecnología. Quizá por ser vecina del barrio, supo que el boxeo allí se vivía como en sus raíces: con sufrimiento, hambre, sudor y, porqué no, lágrimas. No preguntó por guantes nuevos, ni exigió un salón calefaccionado; comprendió que si hace frío, el boxeador lo siente, a menos que entrene hasta que su cuerpo revierta la temperatura. Captó la idea de humildad, esa que lleva a campeones de la talla de Manny Pacquiao a entrenar en una especie de Argüello Juniors (o quizá peor, por el olor que, dicen, abunda allí dentro) hollywodense, como lo es el Wild Card Gym.
Sin hablar mal de su ex entrenador -justamente, todo lo contrario-, buscó un cambio de aire esta campeona mundial interina Supermosca A.M.B. y Luis Olivero está dispuesto a ofrecérselo.
Hoy entrena en vistas a su próxima pelea que, según su manejador (Osvaldo Rivero), sería el 10 de agosto cuando la Tigresa Acuña exponga su título mundial. La sede no está definida aún: se habla del Luna, de Formosa y hasta del Cedem de Caseros.
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