Por Andrés Mooney
Ya está. Ya pasó. Ahora sí, el recuerdo negativo será más una anécdota que una realidad. "- ¿Cómo te fue en la pelea?" "-Gané por nocaut", será el diálogo que sonará como un desahogo. Había que enterrar aquella noche en que perdió su invicto y lo hizo. Con nerviosismo, dubitativo, salió Zárate a reencontrarse con su viejo amor: la victoria.
Los primeros rounds fueron manejados por el cordobés, que tomando el centro del ring y trabajando arriba y abajo -más allá de los errores cometidos en su vuelta, agregó ese condimento que no siempre utiliza, que son los golpes a la zona hepática- logró hacer la diferencia. En el tercero pareció renacer el Luifa sanguíneo, con hambre, y fue a buscar a su rival para volver a cambiar piñas. Allí, dejó en claro que sus manos siguen doliendo y mandó a la lona al uruguayo que no pudo reponerse luego de los diez segundos. Un tremendo cross de derecha cerró la andanada de golpes que hicieron mella en Martínez, quien jamás pudo recuperarse a pesar de gritar: "Estoy bien, me pegó en la nuca", y jamás levantarse durante el conteo.
Costó, no fue fácil, pero se logró. Ahora sí, el camino ha quedado limpio. Listo para ser recorrido y seguir alimentando el sueño. Volvió el triunfo, volvió el nocaut, volvió el Luifa.