En tiempos en que boxeadores cordobeses viajan a combatir al exterior, solo por el dinero, sin importar el resultado deportivo, es conveniente abrir los ojos y alertarse, subir la guardia. Sobre todo, aquellos que aún cuentan con potencialidad para ser grandes figuras en este deporte y dejan pasar el tiempo, hasta ser convocados desde el exterior para caer derrotados por una "figurita" internacional.
Me tomo el atrevimiento de citar a una pluma prestigiosa del boxeo nacional como Marcos Vistalli:
El boxeo es un deporte noble, por eso el emblema del supremo es una corona y un cinturón que delata su estirpe. El boxeo es una teórica ciencia que se aplica artísticamente en el ring. Se puede golpear científicamente, pero se deberá boxear con arte. Un deporte de los pobres que puede; sacar los chicos de la calle hasta socializarlos, transformar a un vago en un trabajador del ring, o de hacer de aquel que se ha encontrado con todos los caminos cerrados un hombre de bien, y porqué no, de fortuna. No sabemos si son los menos o los más los que han asimilado el espíritu del noble arte de los puños, porque el redimido es como el avión que llega y el descarriado es la catástrofe aérea que inunda las primera páginas de los diarios.
No es ni la esencia ni el espíritu del boxeo “una práctica demoníaca” como algún teólogo vaticano lo calificó. Todo lo malo que sucede en sus entrañas y que se publica con saña y moralina, no es sino culpa de “los hombres que están dentro de él, de los mafiosos y oportunistas que lo prostituyen y destruyen”.
En muchos casos son los propios boxeadores los que con sus actitudes extemporáneas, por ser mal aprendidos, incorregibles o genéticamente marginales dan pie para el ataque al boxeo. Hoy, Rodrigo Barrios, ya un ex boxeador, perdido entre graves responsabilidades civiles y penales, ausente de toda contención, con una familia disociada y una fortuna a punto de esfumarse, se refugia en el alcohol y el escándalo agravando su situación personal día a día. Sin embargo, para los interesados en la destrucción del boxeo los desquicios no los protagoniza un hombre fuera de sus cabales, desbordado por su propia irresponsabilidad, sino por un boxeador, un ex campeón del mundo. En un congreso de 450 médicos tratando de minimizar los riesgos del boxeo dijo Bernard Hopkins: “Algunos boxeadores necesitan de alguien que los proteja de ellos mismos”. Más claro…
No son la excepción de la bajeza humana quienes pululan alrededor de los boxeadores. Desde bolsiquearlos impunemente hasta concientemente mandarlos al matadero -sin eufemismo- y con ejemplo palmario, por dar uno: Alejandro Lavorante, son prácticas más que comunes. Marcos Maidana canceló su próxima pelea con Timothy Bradley pues según su manager Mario Margossian, se le había agudizado una crónica lesión en la espalda. En declaraciones hechas por Maidana, su dolor estaba repartido entre el alma y la billetera, jamás tuvo lesión alguna. Fue un invento de Margossian ante la negativa de enfrentar a Bradley por la plata que le ofreció. Pero eso no es lo peor. Confiesa el boxeador que la pelea se cayó porque él rechazó la bolsa de 200 mil dólares que le daba su manager y que al oponerse se la aumentó en el acto a 350 mil. “El Chino” le enrostró que la milagrosa suba era porque la paga era mayor y se estaba guardando la diferencia. La respuesta que recibió no se la cree nadie: que Margossian ponía el resto de su bolsillo. Luego se enteró que la bolsa que negoció su representante era por 750 mil dólares. De allí, descontados los impuestos, el 33% era para su manager, 100 mil para Golden Boy y 100 mil para Universum, de acuerdo a los compromisos que contrajo Margossian y que según Maidana, jamás firmó y está pidiendo las copias de esos arreglos por carta documento sin ningún resultado.
Maidana rompió todas las relaciones que lo unían a su manager. Sigue bajo la tutela de Miguel Díaz y el asesoramiento, por ahora gratuito, de Sebastián Contursi, un periodista estrechamente ligado a la AMB. Todavía queda una propina por la pelea con Cayo, Margossian le acusó una bolsa de 100 mil dólares, cuando en realidad fue por 300 mil. Maidana está reclamando la diferencia. Un campeón del mundo dijo alguna vez y no hace mucho: “En el boxeo de hoy, el boxeador es quien recibe las migajas que sobran después de un gran banquete”.
Maidana sacó a luz una historia que pocos se animan a contar pero que vienen en carbónico. Si algún día se destapa la olla de Narváez, habrá que ponerse una máscara antigás. Cada peldaño que sube el boxeador a costa de sacrificio y entrega, debe pagar un peaje al “buitre” de turno. Buitres que no comen carroña pero que despellejan a las víctimas vivas, aunque el olor de la acción tenga la hediondez de la carne podrida.